Foto Yunuén Velázquez
Un viernes que no se borrará de nuestra cabeza por mucho tiempo. La sublime polaridad de una banda que jamás será vieja, o nueva, sino atractiva e interesante.
Cada que vamos a un concierto de las bandas que a las que amamos, nos tropezamos –por infortunio- con personitas un tanto… desagradables: las típicas que fueron porque las invitaron; las que van por el hitazo; los amigos colados que no tuvieron otra cosa que hacer; sin embargo ¡claro que nos enorgullecemos al detectar a los verdaderos fans!
Yo La Tengo es una banda que abarca muchos géneros, desde estilos súper sucios como el grunge hasta algo muy folk. La pregunta es: ¿Quién aguanta estos cambios tan drásticos del trio de New Jersey?
La verdad es que muy pocos. Los verdaderos fans se reventaron completit< y sin protestar, la polaridad de Yo La Tengo.
Pasadas las nueve de la noche, abrieron con la guitarra a tope, la batería estruendosa y un magnífico bajeo, es decir, con la autoridad que sólo el trío mantiene a lo largo de los años. En todo el concierto hubo altibajos, tocaron las rolas más sentimentalonas y las contrastaron con las canciones más crudas de su repertorio.
Uno de los mágicos momentos llegó al interpretar I'll Be Around, de su más reciente producción, Fade; el escenario se pintó de verde, la melodiosa voz de Ira Kaplan se escuchó como en ninguna otra. Mientras tanto, algún fan de hueso colorado gritó a unos chicos cool: “¡podría callarse y dejar escuchar, carajo!”. Muchos estuvimos de acuerdo.
Poco a poco las melodías densas se fueron integrando a la noche. Le siguió Sudden Organ en la que Georgia Hubley pasó a tomar el poder de la batería, James McNew con la distorsión del bajo y Kaplan a los teclados, donde terminó en un viaje colectivo con todo el público presente.
La otra canción que fue coreada por todos, y con todos me refiero a quienes conocieron a Yo La Tengo con el nuevo disco, fue Ohm. Y la verdad es que esta es una fantástica rola, lo tiene todo.
Kaplan sacó las guitarras eléctricas de antaño, una de ellas, muy vieja, hizo posible la inolvidable Pass the Hatchet, I Think I'm Goodkind; duró más allá de los 15 minutos. En los últimos momentos de la canción, Ira actuó de una manera tan extasiada que pareció que destrozaría la guitarra en el escenario, no fue así. Las palabras para describir dicha interpretación son: destrucción-magníficamente-hermosa.
Llegó el tiempo de los encore. Fueron tres en total. Poco más de dos horas de una banda que pocos entienden pero que otros tantos aman con toda pasión.
Yo La Tengo es uno de esos raros casos que llevan el feeling tatuado en todas las canciones de su discografía.
Un viernes que no se borrará de nuestra cabeza por mucho tiempo. La sublime polaridad de una banda que jamás será vieja, o nueva, sino atractiva e interesante.