Texto y fotos: José Bautista
Scott Hansen es un tipo que lleva el perfeccionismo de la interpretación en vivo como pocos en la escena musical. Con una actitud un tanto tímida, siempre oculto tras un par de sintetizadores, veía a los miembros de la banda, antes de cada canción y al finalizarlas, para dar indicaciones y marcar tiempos. Ayer por la noche, no hubo espacio para los errores o fallas casuales. Fue una velada de música electrónica ambiental precisa, contundente y honesta.
Ver a Tycho rifarse versiones extendidas de sus rolas en más de una hora
en un auditorio pequeño, como lo es el SALA, a comparación de la magnánima
presentación del Festival Ceremonia de hace un año, tuvo más pros que contras.
Hablemos de lo inolvidable de la
tocada. En primera, la intimidad: por algo el SALA está dando de qué hablar: es
un venue mágico, de contacto directo con la banda, tuvimos a Scott y compañía a un par de metros,
¿hay algo mejor que sentir, no ver, la euforia de los artistas en pleno show?;
en segunda el sonido: las percusiones de Rory
O'Connor perforaron nuestros órganos de lo cañeras y bailables que sonaban;
y por último el público, chavitos que se sabían los cambios y se emocionaban
con A Walk, Dive, o la ya fiestera Awake
hicieron vibrar la oscuridad del miércoles por la noche.
Tycho hizo que todas las rolas que sonaron parecieran hits. En ningún momento el concierto tuvo un declive. Scott y su banda nos muestran que cada vez se hacen unos monstruos en vivo. Unas máquinas precisas que emanan fiesta y emociones psicodélicas.
Tycho hizo que todas las rolas que sonaron parecieran hits. En ningún momento el concierto tuvo un declive. Scott y su banda nos muestran que cada vez se hacen unos monstruos en vivo. Unas máquinas precisas que emanan fiesta y emociones psicodélicas.