Texto: Luis Garau Villalonga | @GarauLuis | Corresponsal Joyride Europa
Fotos: Clara Juárez
Nuevamente
nos desplazamos hasta el Ochoymedio Club,
en el centro de Madrid, esta vez para acudir a los conciertos de Carmen Boza y Núria Graham, dos cantautoras que mantienen las distancias en sus
estilos pero no tanto en sus públicos potenciales. Aunque la más esperada de la
noche era Carmen Boza, que arrastra
cada vez a más gente con su exitoso debut “La Mansión de los Espejos”, la organización no escatimó en su
búsqueda de un refuerzo de calidad.
Núria Graham había venido sola. Probablemente por temas de
logística se dejó a la banda que suele acompañarla en casa, pero bien podría
haber sido por razones totalmente distintas. Nuria Graham plantó sus canciones
sobre el escenario del Ochoymedio de la forma más cruda. Se desnudó quitando
arreglos y acompañamientos y, por encima de una guitarras plagada de ecos y
loops, dejó sus canciones y a sí misma al descubierto a través de una potentísima voz con aires de soul.
Como estamos
acostumbrados a ver en las salas de conciertos de España, hubo un serio
problema de falta de respeto por parte de ciertos sectores del público, ocupado
en charlar sobre las ganas que tenía del concierto que venía después. Mucha
gente no se dio cuenta de que sobre el escenario una joven con la madurez de
una mujer, tanto en su música como en su presencia, estaba dando un recital de
enormes dimensiones. Aún así, el talento tiende a reconocerse, y al final del
concierto Núria se marchó con una gran y merecida ovación. Si alguien quería
conocer a esta chica, fue la ocasión y la forma perfectas de hacerlo.
La querida y
esperada Carmen Boza supo hacer
salivar a los asistentes. Salió a escena bajo el riff de la canción que da
título a su álbum y comenzó a cantar sin instrumentación. A los pocos versos se
le unieron unos músicos que la llevarían en volandas a lo largo del concierto,
siempre guiados por una Boza que realmente quería decir todo lo que cantaba.
Habló, como ella saber hablar, de temas trascendentalmente banales. Esas cosas
que muchos podemos vivir pero pocos ver su importancia y mucho menos plasmarla
con palabras bonitas.
El éxito de
Carmen Boza se entiende a través de sus canciones, pero mucho mejor viendo
cosas como el concierto del jueves. Su público comulga obedientemente y
agradecido con lo que Carmen les canta, y lo cantan como si lo hubiesen escrito
ellos, y lo entienden como si lo hubiesen vivido ellos. A eso es a lo que va la
música de esta cuentacuentos que sigue creciendo a base de fe y honestidad.
Hasta ahora, y desde el principio, esto le ha garantizado el cariño y apoyo de
mucha gente que más que seguirla parece conocerla. Se ha creado un puente
entre Boza y sus fans, un nosotros que
enternece.
La velada
transcurrió entre estas y otras cosas, como debía ser. Permitió dar rienda
suelta a la introspección como los grandes cantautores saben hacer, dejando a
la gente revivir los momentos íntimos que hayan podido vivir con sus canciones,
y consiguió que todo se viniese arriba perdiéndole el miedo a una guitarra
eléctrica que le aportó un extra de festividad a algunos de sus temas. Añadió
alguna colaboración, como la del rapero Rayden
en Fieras, y la grabación de un
videoclip en directo para Fin donde
la gente se vino definitivamente arriba. A todos nos encantan los focos, fue
evidente.
La gente
salió en paz consigo misma, habían acudido a la comunión y posiblemente saldrían en el próximo
videoclip, no podían pedir nada más. Por su parte, Carmen Boza salió emocionada tras superar las expectativas en un
escenario que pone a prueba como el del Ochoymedio, donde perdió algo de la sutileza enfurecida
que le distingue en acústico pero que le permitió superarse a sí misma y ofrecer un
concierto de artista de los grandes. La reedición de su disco tenía razón de ser, y nuestra entrevista también.