La de Bradford Cox es una cabeza tan alocada
como genial. El cerebro de Deerhunter lleva
siete discos virando a placer el timón de la banda, renovando su sonido y experimentando.
Mientras tanto, Lockett Pundt, desde
la sombra y la sensibilidad melódica, se encarga de otorgarle cordura y aportar
algunos de los puntos más luminosos. Entre ellos han elevado a la banda a un
nivel casi de culto en el que sus acérrimos adoran sus composiciones y,
plancenteramente, se dejan descolocar nuevamente con cada publicación.
Todo eso se
debe, por supuesto, a una patológica permeabilidad entre Cox y sus canciones. Pocas veces podemos
ver una carrera cambiar tan radicalmente de rumbo en base a las experiencias o
tragedias del artista en cuestión (como dice el tema de apertura: “You should take your handicaps / Channel
them and feed them back / Till they become your strenghts.”). Si en 2011 Halcyon
Digest y Parallax, álbum en solitario de Bradford como Atlas Sound, venían fuertemente
marcados por la muerte de personas cercanas a éste y en 2013 Monotonia
parecía indicar que por primera vez se nos había enamorado, ahora Fading
Frontier parece ser el renacer de un artista que sufrió un atropello a
finales del año pasado. Pero no necesariamente en el mejor sentido del
concepto.
Se trata de
un álbum que, si bien es casi sobresaliente en su elaboración, supone un parón
en esa meteórica carrera por la autoreinvención. A lo largo de su tracklist encontramos algunas de las más
refinadas composiciones de la banda, como Breaker,
una auténtica maravilla pop y el primer dueto vocal Cox-Pundt, o Snakeskin, un temazo rompepistas que
parecía intuir un nuevo paso adelante en la experimentación. Sin embargo,
escuchando detenidamente el disco, nos podemos dar cuenta de que fue un
espejismo y que parece haberse perdido un poco esa curiosidad intrínseca a la
banda.
A pesar (¿a
pesar?) de todo esto, nos encontramos ante una preciosa colección de canciones.
Se dice que cuando algo funciona bien no hay necesidad de cambiarlo, yo estoy
de acuerdo con eso, y en este disco las fórmulas que Deerhunter ha empleado ya
anteriormente siguen funcionando a la perfección. Los paisajes sonoros siguen
siendo el puente perfecto en sus canciones y la voz arrastrada de Cox sigue
hipnotizando como antaño mientras recita las ambiguas letras del disco.
El tema que
abre el álbum, All The Same, sería
quizás un buen titular para esta crítica si quisiésemos azotar duramente a la
banda. Pero tampoco es así, no vamos a ser injustos. El problema es que quizás nos
hemos malacostumbrado a las sorpresas con esta banda y a veces lo que más te apetece
es quedarte en casa o hacer las mismas cosas de siempre con la misma gente de
siempre –más aún si acabas de ser atropellado-. Y para ello tenemos el placer
de poder escuchar temas como Living My
Life, Duplex Planet o Carrion y
pasar un buen rato entre viejos amigos.
Quizás se
haya difuminado un poco la imagen de la banda como estandarte del inconformismo
pero no se ha perdido la delicadeza pop aderezada con locura. Además, ¿quién dice que en el futuro
no vayan a seguir investigando nuevos derroteros musicales? Como ya dije al
principio, Bradford Cox es una cabeza tan alocada como genial de la que podemos
esperar desde lo grande hasta lo más grande. Así que, aunque haya tratado de
poner sobre la mesa el que considero el mayor “problema” del disco, he de
admitir que han conseguido atraparme una vez más. Fading Frontier es un
álbum para disfrutar de Deerhunter en su máxima expresión y de forma pausada,
quizás un paseo tranquilo –y cortito- para Bradford Cox después de un año complicado.