Texto: Luis Garau | @GarauLuis | Corresponsal Joyride Europa
Fotos: Carlos Baeza
En estos tiempos de creciente oferta festivalera en España, cuya contrapartida se encuentra en una por lo general decepcionante y desesperante falta de originalidad en la confección de los carteles, algunos como el Festival Tomavistas se niegan a ceder ante el tirón de algunas bandas que ya echan hacia atrás cuando las vemos en letras grandes.
Así, tuvimos la suerte de disfrutar de propuestas más arriesgadas e infinitamente más interesantes como A Place To Bury Strangers o The Wedding Present, además de nombres nacionales menos mediáticos pero mucho más enriquecedores para el oyente con inquietud. El recinto elegido para la segunda edición, el Parque Enrique Tierno Galván, resultó el lugar ideal para esta fiesta de la música; su césped infinito y su forma de anfiteatro lo convirtieron en un evento apto para niños, padres, y acérrimos festivaleros. Buena visibilidad de los escenarios, un sonido por lo general bueno y un tiempo veraniego que acompañó todo el fin de semana fueron la base sobre la que se construyó el éxito del festival.
El viernes empezaba todo con mucha calma en el Escenario MondoSonoro. Pudimos disfrutar desde el césped y casi en exclusiva de los conciertos de Blam de Lam y Sorry Kate, los primeros con su pop psicodélico y los segundos con un concierto sin interrupciones, que construyeron de corrido mediante sintetizadores, guitarras volátiles y melodías corales de enorme desfachatez. Para cuando acabaron la cosa se ponía seria en el Escenario Tomavistas, inaugurado por Las Ruinas, una de las apuestas del sello El Genio Equivocado. Su pop sin pretensiones empezaba a aglutinar a los más puntuales, que agrupados a la sombra del escenario para evitar un sol de justicia disfrutaron de las letras desenfadadas y, con permiso, absurdas de temas como Cubata de fairy.
El viernes empezaba todo con mucha calma en el Escenario MondoSonoro. Pudimos disfrutar desde el césped y casi en exclusiva de los conciertos de Blam de Lam y Sorry Kate, los primeros con su pop psicodélico y los segundos con un concierto sin interrupciones, que construyeron de corrido mediante sintetizadores, guitarras volátiles y melodías corales de enorme desfachatez. Para cuando acabaron la cosa se ponía seria en el Escenario Tomavistas, inaugurado por Las Ruinas, una de las apuestas del sello El Genio Equivocado. Su pop sin pretensiones empezaba a aglutinar a los más puntuales, que agrupados a la sombra del escenario para evitar un sol de justicia disfrutaron de las letras desenfadadas y, con permiso, absurdas de temas como Cubata de fairy.
El ambiente festivalero se hacía palpable mientras regresábamos al escenario pequeño para disfrutar de un espectáculo de rock sin concesiones por parte de Cuello. Fue el primer concierto catalogable de multitudinario, dentro de los límites del escenario pequeño, y todo empezaba a rodar cuando Novedades Carminha salió a escena. Algunos empezaban a aprovechar el césped y las gradas mientras una gran mayoría se aglutinaba delante del escenario para bailar al son de temas míticos de la banda gallega como Jódete y baila, Pesetas o Quiero verte bailar. Fue un espectáculo que ofreció mucho más de lo que ofrecen los álbumes, en el que la energía fluyó sin descanso del escenario al público y en el que sorprendieron gratamente canciones como Cariñito, la cumbia que se incluye en su último álbum, Campeones del Mundo.
Como hicimos durante todo el festival, al acabar la actuación del Escenario Tomavistas nos dimos prisa en volver al Escenario Mondosonoro, desde el que ya podíamos escuchar el potente sonido de Trepàt. Pero no fue hasta estar delante del escenario cuando nos dimos cuenta del poderío que estaban emanando los granadinos, que sonaban como un cañón y desplegaban un enorme carisma, que se personificaba en su cantante Juan Luis, entregado como pocos a las canciones de su último disco, El Amor Está En La Tierra. Nos marchamos impresionados y todavía con fuerzas para presenciar uno de los conciertos más únicos del festival; Guadalupe Plata, sumidos en unas luces rojas invariables durante todo el concierto, ofrecieron un espectáculo que, si bien no varía mucho en cuanto a registros, constituye un despliegue de técnica y saber hacer bluesero que no parece tener parangón en España.
Aprovechamos para cenar mientras disfrutábamos desde el césped del espectáculo de Lost Tapes, que ofrecieron una buena muestra de su rock/shoegaze de sintetizadores y guitarras antes de que Chucho diera un concierto no muy de nuestro gusto pero que hizo las delicias de sus seguidores, concentrados en las primeras filas. Tras él, la música ochentera y excéntrica de El Último Vecino y el homenaje a Bowie de Cápsula dejaban que toda la atención se centrase en el excesivamente tardío concierto del plato fuerte, A Place To Bury Strangers.
Como hicimos durante todo el festival, al acabar la actuación del Escenario Tomavistas nos dimos prisa en volver al Escenario Mondosonoro, desde el que ya podíamos escuchar el potente sonido de Trepàt. Pero no fue hasta estar delante del escenario cuando nos dimos cuenta del poderío que estaban emanando los granadinos, que sonaban como un cañón y desplegaban un enorme carisma, que se personificaba en su cantante Juan Luis, entregado como pocos a las canciones de su último disco, El Amor Está En La Tierra. Nos marchamos impresionados y todavía con fuerzas para presenciar uno de los conciertos más únicos del festival; Guadalupe Plata, sumidos en unas luces rojas invariables durante todo el concierto, ofrecieron un espectáculo que, si bien no varía mucho en cuanto a registros, constituye un despliegue de técnica y saber hacer bluesero que no parece tener parangón en España.
Aprovechamos para cenar mientras disfrutábamos desde el césped del espectáculo de Lost Tapes, que ofrecieron una buena muestra de su rock/shoegaze de sintetizadores y guitarras antes de que Chucho diera un concierto no muy de nuestro gusto pero que hizo las delicias de sus seguidores, concentrados en las primeras filas. Tras él, la música ochentera y excéntrica de El Último Vecino y el homenaje a Bowie de Cápsula dejaban que toda la atención se centrase en el excesivamente tardío concierto del plato fuerte, A Place To Bury Strangers.
Oscuridad total y luces cegadoras que solo permitían intuir las siluetas fueron la tónica de un concierto que llegó cuando las fuerzas escaseaban pero que no escatimó en ruidoso guitarreo que solo disfrutaron plenamente los más fuertes, pues el concierto fue en línea ascendente. Ponían punto y final a una larga y satisfactoria primera jornada de festival.
El sábado, llegamos al recinto cuando ya sonaban con desparpajo Señores, que podríamos decir que hacen un pop sin pretensiones poperas y que se encuentran componiendo su próximo disco. Sin tiempo a digerirlos tuvimos que casi correr hasta el Escenario Tomavistas para presenciar el concierto de Perro, vistoso por sus dos baterías y cambios de instrumento entre sus miembros y machacón. Los murcianos se marcaron uno de los grandes conciertos del festival, que con mucho salero terminaron con su tema Marlotina, himno de los futboleros y delicia para los más bailongos.
El sábado, llegamos al recinto cuando ya sonaban con desparpajo Señores, que podríamos decir que hacen un pop sin pretensiones poperas y que se encuentran componiendo su próximo disco. Sin tiempo a digerirlos tuvimos que casi correr hasta el Escenario Tomavistas para presenciar el concierto de Perro, vistoso por sus dos baterías y cambios de instrumento entre sus miembros y machacón. Los murcianos se marcaron uno de los grandes conciertos del festival, que con mucho salero terminaron con su tema Marlotina, himno de los futboleros y delicia para los más bailongos.
Justo después vimos a Disco Las Palmeras!, con sus bases punkarras pero sin demasiado jugo a nuestro parecer, quizás por algún que otro problemilla de sonido. Los dos conciertos que siguieron fueron como una montaña rusa: nos relajamos con los Grupo de Expertos Solynieve del carismático Jota de Los Planetas y su rock sureño y simpático, sus higos chumbos y sus aceitunas, para dirigirnos justo después al concierto de unos Siberian Wolves que fueron una de las revelaciones del festival. Batería y guitarra, nada más, ni falta que hace. Un batería que contrastaba sus golpes a lo Thor con un falsete muy logrado y un guitarrista armado con sus pedal de loops y un sonido del demonio dieron un recital de increíble poderío. Banda a tener en cuenta y que mejora sustancialmente en el directo.
Cansados tras agitar la cabeza sin piedad nos sentamos a ver a The Wedding Present de forma más relajada. Uno de los cabezas del festival que sin embargo no logró embriagarnos como otros, aún con su simpático y marcadísimo acento inglés. El siguiente concierto, a cargo de Hölograma, nos cogió reponiendo fuerzas con unos hot dogs, pero aún así pudimos disfrutar entre bocado y bocado de su psicodelia krautrock, que nos permitió pasar el concierto sin sobresaltos.
Lo de Triángulo de Amor Bizarro fue, al menos para el redactor, con quizá demasiados prejuicios hacia esta banda, una de las sorpresas. Un batería que parecía un metrónomo en medio de un frenesí de base punki bien medido y una De la monarquía a la criptocracia apoteósica hicieron de los gallegos uno de los grupos más profesionales del festival –normal, por otra parte, debido a su experiencia. Remataron la jornada The Suicide of Western Culture, con una puesta en escena, unos visuales y un estilo deliciosos y únicos en el festival, y los numerosos WAS (antes We Are Standard), con su pop de base electrónica, sus instrumentos folklóricos como la txalaparta y su espídico y bravucón cantante.
El último día, nos lo tomamos con más calma y llegamos al Escenario Tomavistas para presenciar los conciertos de Tachenko, Luis Brea y El Miedo, que son bandas al más puro concepto de la palabra. Sobresalientes ellos en su ejecución y sobresaliente un público que aprovecho la entrada gratuita para hacer de la última jornada la más multitudinaria.
Las barras situadas en lo alto del anfiteatro retiraron sus lonas y las colas volvieron a ser protagonistas en la zona de los baños. Después de ellos, una de las bandas del momento y de quien escribe; Mucho dieron un gran recital en el que se limitaron a desplegar el mar de sintetizadores que inunda su último disco, Pidiendo en las Puertas del Infierno, sin, gracias a un guitarrista de apoyos, molestarse en sacar sus guitarras, evidentemente más presentes en los temas que no sonaron. Los Mucho apuestan fuerte por su último disco.
Con Australian Blonde se acercaba el fin del festival y entraba en escena Paco Loco, un loco omnipresente en la música española, especialmente en su faceta de productor, y que demuestra de la misma manera su amor por la música encima del escenario. Sonaron canciones míticas como I Want You y Cosmic, que emanaban e hicieron sentir nostalgia. Para terminar, Paco Neuman capitaneó a sus Neuman a la guitarra, escoltado por una batería y un teclado, en un concierto tan sobrio como sobresaliente.