Texto: Luis Garau Villalonga | @GarauLuis | Corresponsal Joyride Europa
Fotos: Clara Juárez
Llevábamos
ya un tiempo necesitando ver a Mucho.
Después de sacar el, hasta la fecha, mejor disco nacional del año, en Madrid se
palpaba la impaciencia por gozar de un concierto cósmico. La oportunidad se
presentó, como empieza a ser costumbre, en el Ochoymedio Club. Un servidor, como también es costumbre, no faltó a
la cita con los toledanos.
Nos
comentaba Martí, en la entrevista
que mantuvimos hace poco, que no sabía cómo iba la venta de entradas y que veía
difícil un sold-out; el viernes se
confirmó que Mucho ya no tienen nada que temer, que la gente responde muy
satisfactoriamente ante su música, que su último álbum ha calado profundamente
en mucha gente, que la idea funciona.
Para
abrir boca tuvimos a Tigres Leones,
que con su segundo disco publicado el año pasado se personaron ante una sala
que al principio hacía temer que los temores de Martí fueran fundados. Durante
su concierto, una guitarra frenética y unas líneas de bajo contundentes
parecieron acelerar la entrada de público en la sala, que para el final de la
primera actuación de la noche ya empezaba a presentar el aspecto que todos
deseábamos. Su rock machacón y sin pretensiones fue un gran aperitivo que hizo
que se nos revolviesen las tripas por escuchar más música patria de la buena.
Salió Mucho
a escena sin dejar tiempo ni lugar a especulaciones. Sin hacerle ascos a la
oscuridad empezaron a tocar La Primera
Luz del Día, que con su atmósfera comenzó a calentar a un público que se
concentraba por fin en el escenario con los cinco sentidos alerta. Dedicaron el
primer rato del concierto a temas de su anterior álbum, entre los que ya se
cuentan clásicos como Más Feliz Sin
Televisión o Motores, y que
hicieron disfrutar a un respetable que entraba de lleno en el concierto y
empezaba a sentir el gusanillo por las ganas de escuchar nuevos temas.
A los
Mucho también se les sentía ansiosos por sacar a relucir sus últimas
composiciones. No hizo falta pedirlo demasiado para que desempolvaran los
sintetizadores con gusto y soltaran, para empezar, Los Amantes No Olvidan. Siendo justos, el grupo al completo sonaba
como un cañón e hizo honor a eso que comentan de lo ‘cósmico sideral’. Saben lo que quieren decir con ello y buscan
deliberadamente sonar como esos adjetivos lo requieren con notable acierto.
En un
momento dado decidieron sacar a la palestra su balada protesta, Perro Negro S.L., e invitaron a Charlie
Bautista, veterano de los escenarios españoles y colaborador habitual de
nombres tan reconocibles como Christina Rosenvinge o Russian Red, a acompañarles
a la guitarra. Momento de comunión entre ellos y con el público que emocionó
visiblemente a la banda, que estaba de subidón.
El
baile no podía parar y al desenfundar los singles, Nuevas Ruinas y Las Puertas
del Infierno, la banda se aseguró de ello. Todo iba en ascenso, el
concierto no concedía descanso a los acérrimos de la banda, que coreaban con
lealtad todas y cada una de las letras rabiosas que contiene su halagado Pidiendo
en las Puertas del Infierno.
Hacia
el final del concierto dejaron caer algún guiño a Daft Punk con un fragmento del discurso que Giovanni Giorgio se
marca en las random memories. Tras
negar que fuese a haber bises, volvieron a salir como mandan los cánones para
tocar Fue, cuya ausencia habría sido
un absoluto chasco para los asistentes. La guinda la pusieron, una vez acabado
el concierto, unos minutos de baile orgiástico, tanto por parte del grupo como
del público, del tema de cabecera de los Cazafantasmas, que ya habían
hecho acto de presencia en una de las camisetas que vestía la banda. Mucho se fueron, la
gira continúa, pero en Madrid creo que dejan uno de los conciertos más
completos que se les haya visto hasta la fecha. Todo fue bastante flipante.