Texto y fotos: Fernando Prieto Arderius (corresponsal Joyride en Europa) | @fprietoarderius
Era el de Crystal Fighters un concierto con bastantes expectativas por ser no únicamente el broche final de la gira española (han estado en festivales de la talla del BBK Live o Arenal Sound) sino también por la gran ausencia de su antiguo batería, Andrea Marongiu, cuya inesperada muerte a mediados de septiembre obligó a los londinenses a cancelar dos de sus cuatro fechas (el 12 el festival Solar Fest Mallorca y el 19 en Pamplona) y a aplazar las fechas de Granada y Madrid a los días 27 y 28 de octubre respectivamente.
Sin embargo, largas esperas, problemas con las entradas y media hora de retraso no parecían los mejores augurios de éxito aquella velada de martes, aunque todo esto quedó atrás de repente. Pasaban las nueve y media de la noche en el Teatro Circo Price de Madrid cuando se apagó toda la iluminación. Salvo unas luces azules de publicidad repartidas entre el público que titilaban como estrellas nerviosas ante lo que se avecinaba, todo era completa oscuridad.
Pronto aparecería Graham Dickson para arrojar un poco de
luz. Su solo de guitarra (toca también la txalaparta,
un instrumento tradicional vasco de percusión) fue la mecha que encendió los
focos, pero también el ánimo entre el público, que vio como de repente aparecía
el resto de la banda y se unía a su compañero en la canción Solar System.
Un potente inicio seguido de Follow, otro de los éxitos del primer disco de la banda (Star of Love, 2010) y L.A. Calling, de los más conocidos de segundo trabajo (Cave Rave, 2013). Poco más hay que decir. En los primeros minutos ya habían sacado gran parte de la artillería pesada y los asistentes ya estaban cantando y bailando bastante implicados… mejor dicho, los que podían. Porque el Teatro Price de Madrid es un edifico multiusos en el que entran casi 1700 personas, pero sólo 200 pueden hacerlo al acceso de pista y las demás en grada –a precio reducido- por lo que quizá para los que querían romperse bailando aquella noche no fue la mejor oportunidad.
Un potente inicio seguido de Follow, otro de los éxitos del primer disco de la banda (Star of Love, 2010) y L.A. Calling, de los más conocidos de segundo trabajo (Cave Rave, 2013). Poco más hay que decir. En los primeros minutos ya habían sacado gran parte de la artillería pesada y los asistentes ya estaban cantando y bailando bastante implicados… mejor dicho, los que podían. Porque el Teatro Price de Madrid es un edifico multiusos en el que entran casi 1700 personas, pero sólo 200 pueden hacerlo al acceso de pista y las demás en grada –a precio reducido- por lo que quizá para los que querían romperse bailando aquella noche no fue la mejor oportunidad.
O quizá sí, porque
aunque la acústica tampoco fuera la perfecta, el público (veinteañeros en su
mayoría) respondió de buena manera ante la propuesta festiva de
temas como Separator o You and I en un concierto donde siempre
hubo tiempo para el recuerdo del batería Andrea
Marongiu. “Decidles a vuestros amigos que les queréis” fue la frase de Graham Dickson que provocó el amor y
los abrazos colectivos entre el respetable que con una gran ovación despidió al
italiano, cuyo lugar en la batería ocupó
Daniel Bingham.
Era el momento perfecto para la tranquila Bridge of Bones, donde la vocalista Eleanor Fletcher hizo gala de su buena voz y pudimos descansar un poco –quisiéramos o no– del fuerte ritmo del concierto. Sonaron a continuación algunas canciones relajadas más de Cave Rave como Love natural e incluso el single Love is all I got y después nos fuimos a la playa con el emplumado cantante Sebastian Pringle a través del Hit Plage. Antes del parón que toda banda que se precie debe hacer cerca del final, el grupo nos deleitó con Champion Sound y At home, de lo mejor de la noche.
Pero aún quedaba concierto. No mucho, pero algo quedaba. La oscuridad se hizo de nuevo pero esta vez la noche estrellada no se quedó en calma. Todo el Teatro Circo Price tarareó al unísono el internacionalmente conocido y fiestero estribillo de la canción Seven Nation Army de los White Stripes hasta que los ingleses empezaron a tocar las primeras notas de I Love London.
A este tema
discotequero y rápido del primer álbum que hizo bailar a todo el mundo le
siguió otro totalmente diferente del segundo, Wave, que ejemplifica perfectamente el cambio que ha experimentado
el sonido del grupo. Esa electrónica tan novedosa de su primer trabajo Star of Love (2010) se ha ido diluyendo en sonidos
más pop y comerciales que indudablemente han hecho a la banda mucho más
conocida en el panorama musical internacional.
Hacia dónde se dirige Crystal Fighters es una pregunta que ahora mismo no tiene respuesta, pero lo que sí que sabemos es que mantienen esa actitud hippie que pregona amor, paz y respeto por el medio ambiente pero sobre todo alegría, fiesta y muchas ganas de bailar. Bailando nos fuimos con su último tema, Xtatic Truth, el cual nos dejó con ganas de más y que despidió la noche justo como empezó, por todo lo alto.